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Así fue el último discurso de Barack Obama:

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Obama brindó desde Chicago su último discurso como Presidente de los Estados Unidos y aquí va un resumen de lo que dijo:

“Es bueno estar en casa. Mis conciudadanos, Michelle y yo nos sentimos conmovidos por todos los buenos deseos que hemos recibido en las últimas semanas. Pero esta noche, es mi turno para decir gracias. Ya sea cuando nuestras posturas hayan coincidido o cuando no hayamos estado de acuerdo en lo absoluto, mis conversaciones con ustedes, el pueblo estadounidense – en salones y escuelas; en las granjas y en las fábricas; en los comedores y en puestos avanzados – son lo que me han mantenido honesto, inspirado, y motivado. Cada día, aprendí de ustedes. Ustedes me hicieron un mejor presidente, me hicieron un mejor hombre.

Vine por primera vez a Chicago poco después de cumplir 20 años, cuando aún intentaba averiguar quién era; buscando un propósito para mi vida. Fue en los barrios no lejos de aquí donde empecé a trabajar con grupos de la iglesia a las sombras de los molinos de acero cerrados. Fue en estas calles donde fui testigo de la fuerza de la fe y la dignidad tranquila de los trabajadores ante las dificultades y la pérdida. Aquí es donde aprendí que el cambio sólo ocurre cuando la gente se involucra, se compromete y se une para exigirlo. Después de ocho años como Presidente, sigo creyendo eso. Y no es sólo mi opinión. Es el corazón de nuestra idea estadounidense – nuestro osado experimento de autonomía.

Es la convicción de que todos somos creados iguales, dotados por nuestro Creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es la insistencia en que estos derechos, aunque son evidentes, nunca se han aplicado de forma automática; que nosotros, el pueblo, mediante el instrumento de nuestra democracia, podemos formar una unión más perfecta. Este es el gran don que nuestros fundadores nos dieron. La libertad de perseguir nuestros sueños individuales a través de nuestro sudor, trabajo e imaginación, y el imperativo de luchar juntos para lograr un bien mayor.

Durante 240 años, el llamado de nuestra nación a la ciudadanía le ha dado trabajo y propósito a cada nueva generación. Es lo que llevó a los patriotas a elegir la república sobre la tiranía, a los pioneros a irse al oeste, a los esclavos a desafiar aquel precario ferrocarril para conseguir la libertad. Es lo que atrajo a inmigrantes y refugiados desde más allá de los océanos y el Río Bravo, impulsó a las mujeres a luchar por el voto, estimuló a los trabajadores a organizarse. Por eso nuestros soldados dieron sus vidas en la playa Omaha y en Iwo Jima; en Irak y Afganistán – y es por eso que hombres y mujeres desde Selma hasta Stonewall estaban preparados para dar las suyas.

Eso es lo que queremos decir cuando decimos que Estados Unidos es excepcional. No es que nuestra nación haya sido impecable desde el inicio, sino que hemos demostrado la capacidad de cambiar y mejorar la vida de aquellos que vienen después. Es cierto, nuestro progreso ha sido desigual. La labor de la democracia siempre ha sido difícil, polémica y a veces sangrienta. Por cada dos pasos adelante, a menudo se siente que damos un paso atrás. Pero el largo recorrido de Estados Unidos ha sido definido por el movimiento de avance, por una constante ampliación de nuestro credo constitucional para aceptar a todos, y no sólo a unos cuantos.

Si les hubiera dicho hace ocho años que Estados Unidos saldría de una gran recesión, restablecería nuestra industria automotriz, y daría pie al período más largo de creación de empleos en nuestra historia… si les hubiera dicho que abriríamos un nuevo capítulo con el pueblo cubano, cerraríamos el programa nuclear de Irán sin disparar un tiro y eliminaríamos al cerebro de los atentados del 11 de septiembre…si les hubiera dicho que íbamos a conseguir la igualdad en el matrimonio y garantizaríamos el derecho al seguro de salud para otros 20 millones de nuestros conciudadanos – ustedes podrían haber dicho que estábamos apuntando demasiado alto. Pero eso es lo que hicimos. Eso es lo que ustedes hicieron. Ustedes fueron el cambio. Ustedes respondieron a las esperanzas de las personas y, por ustedes, en casi todos los aspectos, Estados Unidos es un lugar mejor, más fuerte de lo que era cuando empezamos.

En diez días, el mundo será testigo de un sello distintivo de nuestra democracia: la transferencia pacífica del poder de un presidente elegido libremente al siguiente. Le prometí al presidente electo Trump que mi administración garantizaría una transición sin problemas, los mismo que el presidente Bush hizo por mí. Porque a todos nos corresponde asegurarnos de que nuestro gobierno pueda ayudarnos a superar los numerosos desafíos que enfrentamos.

Es por eso que dejo esta etapa esta noche aún más optimista sobre este país que cuando comenzamos. Porque sé que nuestra labor no sólo ha ayudado a tantos estadounidenses; ha inspirado a tantos estadounidenses – especialmente a tantos jóvenes – a creer que pueden marcar la diferencia; a unirse a algo más grande que ustedes mismos. Esta próxima generación – desinteresada, altruista, creativa y patriótica – la he visto en todos los rincones del país. Ustedes creen en unos Estados Unidos justos e incluyentes; ustedes saben que el cambio constante ha sido el sello distintivo de Estados Unidos, algo que no hay que temer, sino adoptar, y están dispuestos a llevar adelante este difícil trabajo de la democracia. Muy pronto nos superarán en número a cualquiera de nosotros, y creo que como resultado el futuro está en buenas manos.

Mis conciudadanos, ha sido el honor de mi vida servirles. No me detendré; de hecho, voy a estar ahí con ustedes, como ciudadano, para todos los días que me queden por vivir. Por ahora, si ustedes son jóvenes o jóvenes de corazón, tengo que periles una última cosa como su Presidente – lo mismo que les pedí cuando me dieron la oportunidad hace ocho años.

Les pido que crean. No en mi capacidad para lograr el cambio, sino en la suya.

Les pido que se aferren a esa fe escrita en nuestros documentos constitucionales; esa idea susurrada por esclavos y abolicionistas; ese espíritu cantado por inmigrantes y colonos y aquellos que marcharon por la justicia; ese credo reafirmado por quienes plantaron banderas en campos de batalla extranjeros y en la superficie de la luna; un credo en el núcleo de cada estadounidense cuya historia aún no está escrita:

Sí podemos.

Sí lo logramos.

Sí podemos.

Muchas gracias. Que Dios los bendiga. Y que Dios continúe bendiciendo a Estados Unidos de América.”

Podes ver el discurso completo acá:

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